La mirada interna requiere de gran honestidad personal y firmeza de propósito para ver las verdades y no sucumbir a nuestras propias mentiras.
Nadie es perfecto. Todos somos miedosos, codiciosos, envidiosos, celosos, pero ¿quién lo confiesa? Duele y avergüenza admitirlo. En lugar de mirar hacia adentro nos enmascaramos y apuntamos el dedo hacia los demás. Revivimos una y otra vez, como Don Draper, nuestros dramas y alentamos a los demonios internos con pocos deseos de cambiar.
El arte de vivir
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