Hay quienes son de la opinión de que la distancia entre la razón y el corazón es insalvable… No es mi caso.
Distancia |
A menudo fragmentamos nuestras experiencias, haciéndonos pedazos a nosotros mismos. Ante un hecho, o una persona, tratamos de racionalizar nuestra relación o pretendemos acallar nuestras ideas para dejarnos arrastrar por el impulso del corazón. Tanto un extremo como el otro resultan peligrosos… Si los seres humanos tenemos corazón y cabeza no es para que renunciemos a uno de ellos… Ambos son necesarios, tenemos que ponerlos en relación, armonizarlos, afinarlos, alinearlos… Sólo así tendremos acceso a lo que los clásicos denominaban la intuición propia del intelecto: esto es, ese conocimiento profundo que nace del descubrimiento de la Unidad en la diversidad. Una unidad que surge del amor, y que a él conduce de nuevo.
Porque, aunque no es raro que lo olvidemos, nuestro corazón y nuestra mente tienen un mismo anhelo: la Unidad, el encuentro, la mística experiencia de percibir que tras las diez mil cosas se oculta un mismo rostro, un rostro en el que podemos reconocernos a nosotros mismos.
Afinemos nuestros instrumentos y vayamos más allá de ellos: aprendamos a pensar con el corazón y a amar con cabeza.
El arte de vivir
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