domingo, 15 de mayo de 2016

"LOS HIJOS SIGUEN NUESTRO EJEMPLO NO LOS DEFRAUDEMOS"

Cuando creemos que no están mirando, lo hacen. Incluso cuando pensamos que no estamos siendo padres, estamos criando a nuestros hijos.
La vida de un padre es un aula, un terreno fértil de lecciones. Podemos hartarnos de dar consejos, pero sólo cuando nuestros hijos ven nuestro consejo en acción, este cobra sentido.
Lo que sea que esperamos de ellos, debemos esperarlo de nosotros mismos. Para ser mejores padres, primero debemos ser mejores personas.
Es intimidante ser un modelo a seguir, pero también motivante. Puesto que somos criaturas de hábitos, es fácil poner excusas acerca de por qué estamos bien como estamos. Al fin y al cabo, hemos llegado hasta donde estamos ahora, ¿no? Pero cuando recordamos esos jóvenes e impresionables ojos que nos miran, recalan inmediatamente nuestra atención. Y nos hace repensar nuestras costumbres.
Modelar buenas virtudes es una parte importante de la educación de los hijos, pero también lo es enseñarles a manejar la vida. La real, difícil y complicada vida. A cualquier edad la vida va a cambiar su ritmo de juego, lanzando bolas con efecto. Y pensamos: ¿esas bolas con efecto les harán perder el juego o les harán mejores jugadores? ¿Qué tan persistentes se volverán?
A menudo, los padres consideramos que nuestras vidas son modelos perfectos para que nuestros hijos aprendan apropiadamente, pero realmente son nuestros momentos de adversidad los que están para ayudarles como ejemplo a lo largo de sus vidas.
Una vez, una madre me dijo que una mujer de su Iglesia, le afirmó que sus grandes lecciones de vida fueron de ver a su madre sufrir cáncer. Ver a su madre en su peor momento (físicamente hablando) y aun así manejarlo con fuerza, oración, gracia y dignidad le enseñaron cómo superar tiempos difíciles.
Esto marcó un punto de referencia para el resto de su vida. De todos los regalos que su madre le dio, estas lecciones encabezan la lista.
Cuando reflexiono sobre esta historia, pienso en la madre. Apuesto a que sentía una tremenda culpa sobre el tiempo, atención y cariño que pensaba que robaba a su familia. Apuesto que iba a la cama por la noche preocupada por el efecto sobre sus hijos. Apuesto a que ella pensaba que les fallaba como madre.
Los hijos
Pero ser padre es más que cuidar a los hijos. Es también vivir nuestras complicadas vidas adultas, haciendo lo mejor que podemos con las cartas que nos han tocado. Es hacer lo que tienes que hacer y confiar en que las cosas saldrán bien al final del día. Es tomar nuestro propio consejo y ponerlo en práctica en los momentos más complicados.
Cuando mis hijas eran pequeñas, pensé que los 18 era la edad para la que las estaba preparando. Pensé que si las educaba para ser amables, sinceras, autosuficientes, fieles y trabajadoras adultas, estarían listas para la vida y podría dejar de preocuparme. Pero desde que cumplí los 40, mi perspectiva de crianza se ha ampliado. Por ahora, veo la diferencia entre “Liga de pequeñas preocupaciones” y “Liga de grandes preocupaciones”.
Cuando somos jóvenes, nos lanzan bolas con efecto de la  “liga pequeñas preocupaciones”: noviazgo, amistades, universidad, primer empleo, carreras, matrimonio. Pero llegamos a la edad adulta, lanzados a un nuevo juego de duros problemas y bolas con efecto que pueden derrotar a cualquiera, incluso a aquellos amables, honestos, autosuficientes, fieles y trabajadores jóvenes adultos cuyos padres pensaron que nunca tendrían que volver a preocuparse.
¡Bienvenido a la Liga de las grandes preocupaciones!
Cáncer. Divorcio. Muerte de un cónyuge. Muerte de un hijo. La pérdida de nuestros padres. Infidelidad. Adicciones. Despidos. Quiebra. Ejecución hipotecaria. Cirugías. Amenazas para la salud. Situaciones de emergencia. Diagnósticos Médicos. Y la lista sigue.
Me encanta tener 40, hay una libertad que viene con el tiempo y la madurez. Aun así, no puedo ignorar la realidad del sufrimiento intenso. Incluso si estoy bien, si alguien a quien quiero está sufriendo. Cuando lo lastiman, me duele. Sufrimos juntos.
A ello se suma el estrés cotidiano de la mediana edad — niños, trabajo, hipoteca, facturas, hacer tiempo para el cónyuge, tiempo para disfrutar de la vida — y entenderás el entorno de la olla a presión. Esto es suficiente para que cualquiera explote.
Así que en lugar de utilizar 18 como mi referente, ahora pienso más de lo que espero que mis hijos sean a los 40. Me pregunto cómo puedo fomentar las habilidades. Con el tiempo ellos necesitarán manejar preocupaciones de las grandes ligas, porque si pueden manejar eso, las preocupaciones de las ligas pequeñas serán pan comido.
Esto me lleva a mi punto inicial:
Ser ejemplar. Porque ahora tengo 40, necesito ser la persona que quiero que mis hijos sean. Necesito ver todos los obstáculos en mi vida como una oportunidad de educación. Cuando las preocupaciones de las grandes ligas me agobian, tengo que mostrar a mis hijos cómo resolverlo.
¿Desearía ser una santa y nunca amedrentarme bajo presión? Claro. Por otra parte, me alegra que mis hijos me vean luchar, fracasar e intentarlo una y otra vez. Mi capacidad de equivocarme es un regalo — el regalo de la imperfección — y aceptando mi humanidad espero inculcar en ellas el valor de enfrentarse a las bolas con efecto que durante su vida les lancen.
A veces nuestros problemas de adultos nos alejan de nuestra familia o nos llevan a tomar decisiones que nuestros hijos no pueden entender (una madre que vuelve a trabajar; una mudanza a una casa más pequeña). Pero antes de llenarnos de culpa o preocupación les estamos asustando. Preguntémonos si estamos haciendo lo correcto. Porque si vivimos nuestra vida en búsqueda de la verdad y manteniendo la fe,nuestros hijos se beneficiaran. De alguna manera, todo se solucionará.
Nunca seremos padres perfectos, pero podemos ser padres persistentes. Podemos mejorar con el juego de la vida a través de cada bola con efecto las preocupaciones de las grandes ligas. Cuando queramos renunciar a sortear esas bolas, recordemos que unos pequeños ojos están mirando desde las gradas. Nuestros hijos están siempre tomando notas mentales, intentando ser el tipo exacto de jugador que ahora somos.
Si eso no es suficiente motivación para mejorar nuestro juego y ser el mejor jugador que podemos ser, no sé lo que podrá ser.

El arte de vivir

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