miércoles, 3 de junio de 2015

"LAS HUELLAS DE LA VIOLENCIA VERBAL"

La palabra tiene poderoso efecto en la conducta, ya que influye sobre quien la pronuncia y afecta e involucra a quien la recibe, penetrando en sus emociones. Cuando las frases ofensivas contra la pareja son el común denominador de cualquier diálogo, estamos frente a un problema de violencia verbal. 
Estamos acostumbrados a pensar que violencia es algo que se refiere únicamente a los golpes y en todo caso a las agresiones físicas. Sin embargo estamos dejando de lado una forma mucho más directa y cotidiana que tiene que ver nuestra manera de hablar. No solo me refiero a lo que decimos, sino cómo lo decimos y con qué intención lo hacemos.
A esta realidad de insultos, groserías y malas palabras no se escapa nadie. A veces se da de padres a hijos sino veamos cuantos casos hay en que a los niños se les insulta sin ninguna piedad. También hay casos en que los hijos agreden verbalmente a sus padres; y situaciones en que los esposos se insultan hasta sacar lo peor que tiene cada uno dentro del alma.
Y es que hemos perdido conciencia de que la palabra “es una fuerza que toca la mente y afecta el aparato psíquico”. La palabra es el vehículo principal por el cual decimos y hacemos que las personas sean de una determinada manera y nos acercamos a ellas de una determinada forma.
Violencia

La manera como construimos la identidad de un hijo, de un esposo, de un hermano o de cualquier vínculo, se sostiene en la palabra. Y cuando insultamos, tocamos la mente del otro y se ve afectada también nuestra propia integridad. Cuando uno insulta, se ensucia y ensucia al otro.
Podemos entender que hay momentos en que uno puede tener ira y lanzar un repertorio de palabras que ayudan a descargar esa rabia; pero yo estoy hablando de la palabra que funciona como un cuchillo, que es capaz de llevar al pánico a un niño, a la humillación a una mujer y al horror a un hombre.
Las personas que no tienen límites en su mundo interno no lo tienen con las palabras.
Las personas que tienen aceleración de pensamiento, tienen aceleración en sus palabras.
Las personas que solo dicen groserías es por que de eso están hechas.
Las personas que solo humillan y maldicen es que no tienen nobleza, ni salud en su interior.
El lenguaje, lo que decimos, es el fiel espejo de lo que estamos hecho.
La violencia verbal es aquella que por la elección de las palabras, la entonación y el volumen de la voz busca dominar y controlar a otra persona provocándole sentimientos de impotencia, rabia, humillación, vergüenza, inutilidad y vejación.
Ridiculizar, reírse de sus opiniones, corregir a alguien en público, etc. son formas de violencia verbal.
Existen tres formas de ejercer este tipo de violencia:
- Amenazar: si no haces lo que te, digo vas a ver las consecuencias
- Degradar: “Eres una estúpida”, “Siempre te comportas como una niña”, “¡Tú no aprendes!”, “¡Eres un inútil!”, “Te lo dije, ¡qué bruta eres!”, etc.
También se puede ejercer más sutilmente (sin que por ello sea menos doloroso) con frases como “no te preocupes si te sale mal la comida: ya sé que no lo puedes hacer mejor”.
- Cosificar: consiste en hacer sentir como un objeto sin valor a la persona, poniéndole sobrenombres o dirigiéndose a ella de manera despectiva; por ejemplo: gorda, idiotita, loquita, etc.
Ahora que conoces las características de la violencia verbal, sobra decir que si estás atrapad@ en una relación verbalmente abusiva o a menudo te enganchas en experiencias de este tipo, debes buscar atención psicológica con un especialista en salud mental, quien tras estudiar tu caso y mediante terapia puede ayudarte a cambiar ese patrón de conducta y a “reconstruir” tu autoestima.
Considera que una descarga diaria de frases ofensivas e hirientes conduce a la depresión y, cuando ésta se agrava, puede derivar en el suicidio. Decídete a poner un alto, analiza tu situación y resuélvela con ayuda de un especialista; recuerda que el amor no es sinónimo de sufrimiento.

El arte de vivir

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