La vida no es un pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, si no un laberinto lleno de pasadizos.
Las cosas que nos suceden en la vida no son siempre las que esperamos o queremos. Si todo sucediera como queremos nos perderíamos muchas cosas: no aprenderíamos a base de la experiencia, ni aprenderíamos por las lecciones que nos da la vida. Quizá todo sería mucho más sencillo pero más aburrido y menos productivo.
De nada sirve que nos quejemos por la forma en la que nos han ido las cosas, nuestros lloros no harán que las cosas cambien y sí el que nos responsabilicemos se nuestros actos y sus consecuencias. Al responsabilizarnos lo que obtenemos son posibles soluciones y una mayor carga de recursos.
La vida no es un camino de rosas como algunos nos quieren hacer creer. Muchas veces es muy dura, pero es algo que merece la pena ser vivido.
Esto que a lo que me refiero se puede observar claramente con aquellas personas que alcanzan el éxito y con aquellas que se estancan en el fracaso. La diferencia principal entre ambos grupos es la forma en la que le hacen frente a los problemas. Para los fracasados la mejor solución es trata de huir de los problemas o por lo menos posponer su posible solución, mientras que la gente con éxito acepta y trabaja para solucionarlo, aunque eso incluya cierto sufrimiento en cierto momento.
Lo que en esta vida nos ayudará a crecer es entender que nuestros problemas son además una oportunidad. Debemos recordar que todas aquellas cosas que vale la pena conseguir, generalmente no son sencillas de obtener, requieren de un esfuerzo.
Si lo miramos con una mirada simple podríamos decir que la vida no es justa y en ocasiones, a algunas personas les sucede continuamente, consideramos que el mundo es difícil de ser entendido. Lo que no podemos pretender es que nuestra existencia esté libre de dolor, eso no es posible, aunque todos tratamos de que evitar el dolor o el sufrimiento a todas costa.
El dolor en ciertos momentos es inevitable, pero lo que podemos elegir es la forma en la que nos enfrentamos a ese dolor. Si logramos desarrollar una forma constructiva de enfrentarnos al dolor podremos llevar una vida menos desdichada y trágica. El dolor hay veces en las que es inevitable, la desdicha no.
La clave está en la forma en la que nos enfrentamos a la vida, el modo.
Las condiciones que nos rodean o se nos presentan no son determinantes. Nuestra vida no está regida por un Todo que lo mueve a su antojo, ni tampoco por un destino ya escrito.
La verdadera clave a todo esto se encuentra en decirle si a la vida a pesar de todas las dificultades que forman parte de la existencia humana. Hay que aprender a vivirla plenamente, encontrando todas aquellas positivas que tiene y sacándole el mayor partido para disfrutarla.
La vida es dura sí, pero merece la pena saber vivirla.
Un abrazo

El arte de vivir