viernes, 19 de diciembre de 2014

"¿TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS?"

Vivimos en la era del desencanto. 

Vivimos en la era del desencanto. A mí no me gusta criticar, pero echando un vistazo a nuestro alrededor hay que reconocer que los individuos de las sociedades modernas adolecemos de un desengaño que llevamos aparejado a todo lo que hacemos y que, por supuesto, termina con cualquier dosis de idealismo.

Y no me extraña, oigan. Desde que somos pequeños vamos atesorando la supuestamente valiosa conciencia pragmática: no seas idealista, hay que ser prácticos, esto es lo que hay, las cosas son como son y tú no puedes cambiarlas... Es el eterno runrún del desaliento: no pidas más, que no lo vas a conseguir. 


Y eso parece que se tiende a pensar en esta sociedad donde la “meritocracia” ha ido haciendo cada vez más mella. Se tiende a creer que lo que nos pasa es solo culpa o responsabilidad nuestra, que tenemos y somos lo que nos merecemos, que nuestro resultado vital, laboral, profesional, emocional, familiar, etc. es sólo mérito propio, es lo que nos hemos ido ganando en base a nuestro esfuerzo y a  nuestras decisiones más o menos acertadas. Echamos sobre el individuo toda la carga de cuales sean sus resultados. Le abrumamos con el sentido de la culpa y le hacemos creer que si tiene éxito es un ganador hecho a si mismo y si fracasa es un perdedor porque se lo ha buscado. Qué lejos queda aquello de atribuir a la providencia divina parte de nuestras desgracias o fortuna. Ni tanto ni tan calvo. No pretendo resucitar la divina
providencia aunque no estaría mal que de verdad existiese porque supondría un descanso enorme, ya que tendríamos a quien recurrir en nuestra ayuda y a quien echar la culpa de nuestras desgracias o adversidades. Lo que sí creo que hay que recordar para no agobiar más al ser humano es que, si bien es verdad que debe esforzarse al máximo y que en gran parte depende de su esfuerzo el resultado de su vida, también es cierto que hay muchas circunstancias, condiciones, eventos y factores ajenos a la acción del individuo que influyen sobre él sin pretenderlo. Se los encuentra sin haberlos buscado. No podemos elegir todo y hay que asumir muchas veces influencias externas o lo que se conoce en el lenguaje de la ciencia como variables independientes que nos rodean y pesan sobre nuestro comportamiento y nuestra vida. Hay que descargar al individuo un poco so pena de querer que viva angustiado, de que se considere perdedor por su culpa, lo que le conduciría a vivir en un estado excesivo de ansiedad. Ah, y recordar que entre esas variables independientes figuramos nosotros para otros, recordar que también nosotros somos en parte responsables de lo que otros pueden llegar a ser, triunfen o fracasen. Hay que repartir un poco la culpa y la satisfacción. No todo es blanco o negro.






El arte de vivir

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